Ray Mendoza, el Navy Seal detrás de ‘Warfare’, el filme hiperrealista sobre una desastrosa misión en Irak
El asesor militar en Hollywood ha codirigido junto al realizador Alex Garland, con quién trabajó en ‘Civil War’, una descarnada y sobria película bélica. “Nunca me he sentido reflejado en el cine”, cuenta


Durante 16 años, desde 1997, Ray Mendoza, que acaba de cumplir 45, sirvió en la Marina de EEUU como Seal, la unidad de élite de ese cuerpo del ejército estadounidense. “Viví muchas cosas, estuve en muchas misiones, pero aquella en la guerra de Irak, en Ramadi [una ciudad a 110 kilómetros al oeste de Bagdad] fue la que me dejó huella”, cuenta en Madrid, en la promoción de Warfare, que se estrena en todo el mundo, incluida España, esta Semana Santa. Cuando dejó la vida militar, creó la empresa War Office Productions. “Empecé a currar de asesor técnico en cine y en series. Y ¿sabes para que servía muchas veces? Para que me pusieran en los títulos de crédito o para rellenar la casilla de asesor en los informes de algunos proyectos. Check, y a casa. A veces he ido y cobrado sin poder aportar nada en un rodaje”, rememora Mendoza. Así encadenó Acto de valor, El único superviviente, Milla 22 o Safe House, mientras incrementaba su frustración.
Hasta que se cruzó con el británico Alex Garland en la filmación de Civil War (2024), una distopía sobre un conflicto bélico nacional en EE UU por culpa de un presidente errático. A Mendoza le cuesta hablar, y Garland, sentado a su lado, le repreguntará un par de veces para ahondar en la conversación. “Empezamos los ensayos, y me fijé en cómo Ray trataba con los actores y les daba las instrucciones. Era preciso, alejado de cualquier embellecimiento de un combate. Y poco a poco me di cuenta de que además tenía algo de director de cine, y que yo quería hacer otra película junto a él. Fue entonces cuando le pregunté si le apetecía y si albergaba alguna historia que quisiera contar”, desarrolla el director de Ex_Machina y Men.

Sí la había. Y así nació Warfare. En 2006 el pelotón en el que Mendoza ejercía de técnico de comunicaciones fue enviado a una misión de vigilancia desde una casa en un barrio de Ramadi, una ciudad en lo que se llamaba el Triángulo suní y donde la insurgencia era muy activa. Encerrados y camuflados en el edificio, los soldados acabaron pillados en una ratonera. Tuvieron que ser rescatados por otros dos pelotones, y de su formación original dos de los Seal resultaron heridos graves. Entre ellos, Elliott Miller, el mejor amigo de Mendoza: “Aún hoy no recuerda qué pasó. Por eso quería contar esa historia, para que supiera qué ocurrió”. El ahora director pasó los últimos años en la marina entrenando a soldados y yendo a terapeutas. “Y al final, la escritura del guion con Alex ha sido más sanador que ir al terapeuta, que no me sirvió de mucho. Porque Alex escucha. Pone atención, me comprendió. Profundizando en los detalles y los componentes más emocionales, algunas de las preguntas que me ha hecho han sido mucho más inteligentes que las de algunos terapeutas con los que he hablado. Es reconfortante porque te sientes escuchado y comprendido”.

Civil War es una distopía y Warfare se desarrolla en el pasado, en 2006. Y, sin embargo, ambas hablan a la cara al espectador aquí y ahora. “No queríamos ni dar lecciones, ni mensajes, ni alegatos. Por eso no hay política. Hemos querido contar lo que viví. Cada detalle ha sido chequeado con al menos dos de mis compañeros. No podía basarme solo en mi memoria. Pero si ampliamos la mirada, sí, Warfare quiere ir más allá. Confiamos en la inteligencia del espectador. Respetamos a la audiencia. Por eso me sentí tranquilo con Alex. No quería que alguien cogiera mi historia y la reescribiera para encajarla en los parámetros de Hollywood. Así fue mi guerra de Irak”. Y con un pequeño encogimiento de hombros pone punto y seguido. “Nunca, hasta ahora, me he sentido reflejado en el cine. Yo no hablaba como lo hacen los soldados habitualmente en la gran pantalla. Ni las misiones son como suelen contarnos, ni nuestra cultura, la que enseñan los filmes bélicos”, subraya sin subir la voz.

Garland se emociona cuando asegura que la mayor prueba de heroísmo que ha visto es que Mendoza le contara su historia. Mendoza, que le mira de refilón sonriendo, recuerda a compañeros lanzarse encima de granadas para que la explosión no hiriera al resto del pelotón. “Los soldados no queremos la guerra. En realidad, casi nunca entras en combate. La mayor parte del tiempo lo pasas entrenando y esperando. No se puede romantizar esa existencia, porque luego la gente se alista por razones muy equivocadas. Yo sí lo sabía. Fui a Irak bien entrenado. En el combate no piensas, actúas. Cuidado, no te evitas los traumas, sino que vas mejor preparado física y mentalmente. En esos momentos solo quieres ser... efectivo con el trabajo de tus compañeros”.

De aquellos años, Mendoza se recuerda a sí mismo no muy diferente. “No era ni más iluso ni más idealista. Solo he cambiado en que he ganado experiencia. ¿Te acuerdas del final de Warfare?”. El filme acaba con un desolador plano final lleno de silencio: los soldados cuando llegan, traen la guerra, cuando se van, se la llevan. “Yo ya era consciente entonces de aquello. Y comprendía que ponerme con Alex a escribir resucitaría emociones muy dolorosas”. En un momento del filme, cuando estalla el IED [artefacto explosivo improvisado] y el Mendoza de ficción arrastra al Miller de ficción destrozado, el Mendoza real tuvo que salirse del plató para llorar. A su lado, en la silla de ruedas, le abrazaba el Miller auténtico. “Ese día Alex tuvo que liderar el rodaje. Eran demasiadas emociones. Aquel día en Irak también lloré, y por eso lo hace en la película D’Pharaoh Woon-A-Tai [actor conocido por la serie Reservation Dogs], que me encarna”.

Mendoza está escribiendo otro guion “sobre lo que ocurre cuando vuelves a casa”. En los equipos de rodaje ha encontrado una extraordinaria similitud con la vida en un pelotón. El ahora director se explaya: “Te dedicas a resolver problemas de una manera muy eficiente y a la vez muy jerarquizada. También se parece a una cuadrilla de obreros de la construcción. Te anticipas a los contratiempos, escuchas voces expertas y encaras los inconvenientes para solucionarlos y avanzar. Con espíritu de camaradería, cada uno respaldando al de al lado. En el menor tiempo posible y rehuyendo complicaciones. A veces, con enormes espacios de tiempo muerto, en tensión, pero sin poder hacer nada. Como en la guerra”.
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